Cuentitos y musiquita. Who cares?

No se pierden nada

Sunday, November 3, 2013

Diente de león o Panadero.

Abstraerse. Reconocer.

La pelotudez es inherente al ser humano. La espiritualidad y la pelotudez. Porque un pelotudo al que le mentan Lyman, Balmer, Paschen, Brackett y Pfund y sabe que de qué le están hablando, es un pelotudo que entiende de Física posta, y no anda por ahí presumiendo de Schrödinger. Un pelotudo que leyó es un pelotudo leído. Y un pelotudo con un título universitario es un pelotudo que tiene un cartel que dice que entiende algo de alguna cosa.

Porque no hay nada (salvo la espiritualidad) más multidisciplinario que la pelotudez.

Y te juro por la memoria de mi abuelita viva (que es poco por lo cual jurar, pobre vieja) que podría desarrollar una tesis sobre lo escrito ut supra. Pero no tengo ganas, la verdad. Porque quiero ir a lo siguiente: lo realmente serio es que te dejes tomar por pelotudo. Porque es el caso que uno puede que sea pelotudo y que ejerza haciendo pelotudeces de forma reiterada y contra toda advertencia. Que uno deje pasar y pasar pelotudeces poniendo la mejor cara de pelotudo, y que incluso le salga a uno bien de tan pelotudo. Pero de ahí a dejarse tratar como pelotudo toda la vida, hay un trecho, y ese trecho te convierte en un pelotudo de tres pares de cojones.

Tentación: el discurso del gordo de mierda de la respiración enfisematosa que dice que  Ricardo Mollo vive de la guita de Natalia Oreiro. O el del otro gordo pelotudo que se graba de noche. O el del pelotudo que no se controla frente a un vigilante. O de los pelotudos que intentan hacer de toda esa pelotudez una cuestión política. Poder jugar en otro juego es lo que imagino.

Vamos al artículo de Morales Solá del día de hoy domingo 3 de Noviembre de 2013 en La Nación y lo leamos dos veces. Dos veces. Leer dos veces un artículo ayuda a que sea más difícil que te tomen por pelotudo. No a que seas menos pelotudo (seguirás haciendo pelotudeces toda tu vida, pues es tu sino y tu destino, por grande que sea tu autoestima), sino a que te sientas menos pelotudo. Leamos dos veces el artículo y separemos sujeto y predicado. Hagámonos una pregunta respecto de los supuestos en los que se basan las afirmaciones de Morales (¿Morales?) Solá. Preguntémonos qué cosas debemos dar por ciertas para seguir la lógica del artículo. Seamos objetivos por un ratito. Veamos las enormes concesiones que hay que hacerle al razonamiento más elemental para saltar de un punto seguido a la siguiete mayúscula. Vencido el asco, preguntémonos qué concepto tiene Morales Solá del pelotudo que lo lee.

Luego del ejercicio, al menos al pelotudo que escribe le ha resultado bastante evidente que Morales Solá es un pelotudo que cree que los demás son más pelotudos que él, o que escribe para pelotudos más pelotudos que él. Y no es que uno crea que faltan pelotudos en este mundo, válgame Dios, sino que a uno lo asusta un poco estar rodeado de tanto pelotudo. Porque sabiéndose uno pelotudo de pensamiento, palabra, obra y condición, sería bárbaro estar acompañado por un universo de gente menos pelotuda que uno.

Pero como dicen que te dicen en AA, lo primero es aceptarse. Lo segundo será resignarse o pegarse un corchazo, vayasaber.

Ojo al detalle. Quien escribe ha transitado repetidas veces el camino de la pelotudez y de la ingenuidad. Y sigue considerándose un pelotudo. Un pelotudo conciente de su pelotudez, lo cual no le impide seguir cometiendo pelotudeces.

Aquí está Ingenue.

Abrazos


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