De chiquito, jamás me atreví a jurar por mi vieja en vano.
Después, no sé cuándo (o sí sé, tal vez, y quizás no me atreva a remontarme tan atrás, para no descubrir un monstruo), me dí cuenta de que no hay cosas tales como premios y castigos. Todo se paga. Todo.
Sin embargo, voy a hacer un paréntesis de inocencia en este momento y por el lapso de unos minutos, para decirte que te juro por mi vieja que existen:
Los fantasmas. Mirá. Mirá lo que cuelga en tu ropero. Fijáte en lo que tapa la pintura nueva de tu habitación. Mirá la mancha ésa. Recordá las fotos que ya no tenés.
Las brujas. En fin.
La magia: Hoy he sonreído varias veces y he almorzado tomates y frutas acompañado por alguien que me eligió por alguna razón misteriosa.
La negrura. Viene en un tren y se lo lleva todo excepto la decisión.
Lo abstracto. Aquí lo tengo en una tesis ajena que debo juzgar.
Lo bello. Hoy lo he visto jugar al fútbol y comerse una tarta y darme un beso y decirme que me ama.
La felicidad: La tuve y la tuve tan por segura que se me perdió como el DNI.
Pero al DNI se lo saca por duplicado, nuevo y celeste,en el Registro Civil. Igualito que al matrimonio.
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