La libertad es libre, claro está. Y el caracol es feliz escribiendo su diario -Grass lo sabe-, y el aficionado a los deportes de riesgo lo es y ¿me asiste acaso el derecho de juzgar de descerebrados a ambos?
Quiero hablar de vértigo. Para mí, el vértigo se encuentra más o menos ubicado en ese punto espacio-temporal en el cual no tengo ni idea de si dbería o no tomarle la mano. A ella, naturalmente. Porque es el caso que prefiero esas manos, esa clase de manos, de puro obtuso que tengo el corazón.
Y no hay nada más emocionante que ese vértigo. Nada que haya conocido, porque haber puede que haya. Yo te lo digo después de haberle visto la cara a un tren cuyo maquinista era asombrosamente parecido a la cruel Parca. (Sólo consiguió devolverme a la Soledad, pero como a la Soledad ya la conocía, y sabíamos el uno y el otro de nuestro trato mutuo, le dije primero bon jour y despues au revoir.)
Para esta chica que cree que creo, el vértigo (aunque no pueda saberlo de seguro), parece estar en la inteligente y voluptuosa charla del chat. Chat digo, porque al fin y al cabo es lo que era y las cosas cambian pero no cambian tanto: Llamálo como quieras: te encuentro, me aceptás y empezamos a mentirnos.
¿La mano? Supongo que si está el vértigo, la mano no tiene tanta importancia. Porque lo que importa es la rosa, porque ¿quién decide la jerarquía de los valores? La mano y el momento ese que digo, incluso el momento en el que la mano avanzó y ya podemos permitirnos dar por sentadas algunas delicias futuras, todo eso, ¿que importancia podría tener, cuando tengo vértigo sin halitosis?
Keep chatting. Nada, nada hay que pueda hacer, que no sea buscar mi propio vértigo.
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