El vestido era necesario para marcar el contrapunto. Ella bailaba dentro del vestido, y el vestido la seguía.
Cómo me animé, cómo me acerqué, cómo terminé hablando con ella, no sé. Ni idea, tengo ahora que estoy aquí a punto. A punto.
El vestido era azul, me parece. Azul a la luz nocturna que proyectaban decenas (seguro que decenas) de focos desde ángulos diversos, con diversas intensidades. Y bailaba, ella. Y de algún modo terminé yendo con ella en el taxi, y terminé arrancándole tres promesas:
"Quiero tener una charla sobria con vos".
"Quiero escribir una poesía con vos".
"Quiero ir a un concierto con vos".
Nos encontramos a la luz del mediodía en un bar de jugos naturales, el domingo. Bailaban ahora las palabras, y la mirada las seguía, atenta. Esa mirada que de vez en cuando devolvía, esa mirada que hablaba a contrapunto de las palabras. Seguía bailando, al hablar.
Escribimos una línea cada uno, en la servilleta (Can I have a napkin?). Una línea de ella concentrada, y se iba concentrando y el producto fue bello.
"Esta noche está Vicentico en el Luna Park", dijo.
Y ahora voy a ver la reposición de la tercera temporada de "Dexter".
Una maravilla.
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