A:
Yo no sé porqué me pegó. Miren. Miren cómo me sangra. Miren. ¿Quieren ver? Miren cómo sangro. Ésto es lo que tengo por dentro: un globo espeso, negro, bulboso y dulzón. Lo sé porque lo he probado y es dulce o casi casi. No les voy a dar, porque es mío y es para mí. Es así: a veces (casi siempre) me lastimo. Por ejemplo me lastimo las rodillas, que es lo que más me lastimo hoy por hoy, y entonces paso un dedo y pruebo y es dulce. Pero es dulce para mí porque es mío y soy yo, dulce, cómo quisiera, cómo quisiera ser así de dulce cuando me miran, cuando me ven, cuando me prueban. Pero no quiero que me prueben, la verdad. Una burbuja de sangre es así: te ponés unas zapatillas grises y te escapás una siesta y es febrero. Saltás un canal y hay espinas que tienen que ser de algarrobo y una espina de seguramente algarrobo se te clava justito donde
(Aquiles tenía ese punto débil, pobre mortal Aquiles. Canta, oh, Diosa, oh, Diosa, canta, canta, la cólera del Pélida Aquíleo que causó infinitos males a los aqueos y que precipitó al Hades tantas almas de ilustres guerreros. Cumplíase la voluntad de Zeus. Canta, oh, Diosa. Serví para algo, oh, Diosa)
la carne es muy blanda entre lo que es el talón y lo que es el resto de mi pie, que tanto agradezco tener, la verdad, dado que los nenes esos de la Talidomida no tienen, parece, pies. Qué cagada la Talidomida. Qué cagada esto que nos están haciendo, como por ejemplo la espina de seguramente algarrobo, que cuando me la saco sale limpia mientras que de mi
Talón
pie brota una sola gota burbuja globo de (sangre) mí, negra roja saramaga ensordecedora espeluznante-thriller, de (sangre) mí brillante grassiosa. Eso brota de mí y eso debería haber dejado brotar por única vez, antes de que lloviera sobre Granada.
Después, debería haber dejado todos mis canales cerrados, para que nunca nada tan dulce, rojo, redondo, globo, y bello hubiera salido de mí. Para que nunca la Talidomida y nunca lluvia sobre Granada y nunca seguramente algarrobo.
B:
Miren cómo llueve. He dicho Granada y hemos decidido venir, con este bolso. Y ahora miren cómo llueve, justo hoy, aquí en Granada, de suerte que este bolso lleno de cartas viejas y de fotos viejas y de sábanas usadas, viejas, se me moja y no puedo llegar a tiempo para ganarle a esta tristeza de seguramente algarrobo. Me he traído a Granada un bolso de cartas viejas y fotos viejas y de sábanas usadas y viejas que se mojan bajo la lluvia (justo hoy tiene que llover sobre Granada, donde no llueve nunca), y pesan cada vez más y se van poniendo cada vez más y más tristes y no pueden más de tristes, y se me ocurre que este bolso de cartas, fotos y sábanas podrían entristecer a cuatro o cinco bellas, alegres ciudades todas a la vez, así como entristecen Granada mientras apenas voy llegando, haciendo fuerzas por sonreír, mierda, por alivianar este bolso lleno de cartas tristes, de fotos tristes y de sábanas tristes y viejas de seguramente algarrobo, por hacerlo más liviano y que me permita, mierda, olvidarme de que cruzando un canal por culpa de escaparme, por culpa de querer saltar y por culpa de seguramente algarrobo, una vez me pinché en el
Talón
pie, y de que ahora, mierda, algarrobo, brota una sola burbuja globo gota de (lluvia) mí negra roja saramaga ensordecedora (lluvia) y la mierda si duele. Mierda si duele. Podría al menos no llover. Podría al menos no ser todo tan usado, viejo y triste y algarrobo. Porque cada vez que llueve aquí se corta la luz y uno llega a Granada tratando de que del bolso lleno de tristezas salga por lo menos una puta sonrisa. Pero no. Nada de sonrisas, todo seguramente Talidomida, porque justo hoy tenía que llover sobre Granada, donde no llueve nunca. Me cago en toda la Estadística. Canta, oh, Diosa, la cólera funesta del Pélida Aquíleo, que precipitó a la Alhambra unas patas que no daban de sí ni para salir diez cuadras de paseo por Granada bajo la lluvia.
Qué manera de perder la guita.
C:
Te pegué porque te vi sangrar y cada vez que sangraste me pareciste dulce, aunque no me dejaste probar. Deberías haberme dejado probar, agarrar, remontar, ver volar y reventar tu globo rojo. Quería tu globo rojo, deseaba tu globo rojo y todavía una parte de mí, destrozada por las uñas de cuatro gatitos muertos de hambre, quiere tu globo rojo para poder verlo volar y elevarse y remontar y reventar, para ver qué pasa cuando saltás sobre seguramente algarrobo.
Porque soy Talidomida y quisiera destrozar tu pie, tu sonrisa, tu seguramente algarrobo, tu canal. Quisiera verte remontar y volar y reventar y desmembrarte, si me lo permitís.
Vení, vení, vení y poné en mi regazo tu
Talón
pie cansado de querer saltar sobre seguramente algarrobo, mientras canto, Odiosa, la cólera del Pélida Aquíleo, cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos, y que precipitó al Hades tantas almas de ilustres
Globos rojos.
Justo hoy tenía que llover sobre Granada.
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