The sweetest thing: Tu Palabra

La persona más dulce del mundo se llama Emiliano ( cuatro sílabas, no una ni dos), y es mi hijo.
Yo no sé qué habré hecho para merecérmelo, pero puedo asegurar que una sola sonrisa en su carita vale la pena cada lágrima, cada azote y cada mentira.
Lo supe la primera vez que lo vi: su cabeza redonda y apenitas rubia: era el Sol y era Zeus y era Atenea también. Por lo de "Kopfgeburts", Günther. Porque la verdad es que, además, se muere por las chicas y también lo adoro por eso.
Emiliano es así: Grande. Muy grande. Dulce. Inocente. Blanco. Transparente. Fuerte. Forzudo. Vulnerable. Confiado. Confiable. Sensible. Precioso. Luminoso. Amoroso. Mío.
No podría habérmelo imaginado. No podría haberlo concebido en el más bello de mis sueños.
Verlo correr, sentir su abrazo, ver su sonrisa, verlo pensando, oírlo hablar, hace que las pérdidas en el camino sean miguitas con las cuales bien pueden atragantarse los pájaros que comen de mis sobras.
Guten Appetit, alle essen mit.
Porque es el caso, lieber Günther, que hoy me ha dicho: "Sos un gran músico, Papi. Tenés que seguir".
Así es que mañana voy a ir a un sitio que se llama "Allegro", donde estudia violín un filosísimo tesoro que tengo yo, y me voy a inscribir para tomar clases de piano.
Porque he tenido el mejor de los padres y me ha sido dado el mejor de los hijos, de manera tal que soy, cuanto menos, un excelente puente.
Qué joder.