Tus ojos de nave viajando hacia mí.
He visto la sombra de un perro y después fue un perro. Se volvió perro ante mis ojos, mientras decidía perder mi peluquín, porque cuando lo veía (al perro, a la sombra) era un perro blanco y eran dos gatos, pero después era un perro que tenía miedo. Más miedo que yo.
Y me doy cuenta de que resulta tan pero tan fácil perderlo todo, absolutamente todo. Resulta tan fácil que te lleve por delante un tren que empieza con una frase hecha y que trae como furgón de cola un email lleno de frases que no son para uno. "Vos te merecés algo mejor".
Thank you, but no, thank you.
Después de luchar y luchar para no deberle nada a ENTEL, viene ENTEL y te pasa la factura igualito que a todo mortal. Y es que entonces uno debe concluir que es igualito a otro. Vaya decepción.
El poeta tenía razón. Tengo que conseguir, otra vez, mucha madera.
Cuando era chiquito me hicieron mierda un autito, de puro cobarde que fui, por quedarme sentado en una piedra blanca. Por no dejarme romper la trompa. Por no calcular bien los valores: me equivoqué.
Tiráte ya del trampolín: ¿Para quién es eso de "Te deseo que encuentres esto o aquello"? Tiráte ya del trampolín. Y si no te dan los ovarios para hacerlo, al menos tené la decencia de bajar, altiva, la escalerita por la que subiste.
Porque es el caso que subiste y que en el medio te fueron dadas miles de cosas que decidiste que no valían tanto la pena. Y entonces digo, digo entonces, digo. Ojalá que valgan la pena las cosas que decidiste que sí. Y entonces digo: Te deseo que encuentres ésto y aquello. Porque soy yo quien no le debe nada a ENTEL. Porque no vas a quitarme mi autito.
Porque no entendiste un carajo.
Cuentitos y musiquita. Who cares?
No se pierden nada
Thursday, December 8, 2011
Saturday, December 3, 2011
Tango
Ayer estuve otra vez en Buenos Aires.
Y después me fui.
Los porteños no tienen (no la mayoría) esa suerte. Tienen que quedarse ahí, y como constituyen una especie que debe creer, para subsistir, que viven en el mejor lugar del Mundo, entonces se creen que esa maravillosa ciudad es otra ciudad.
Algunos creen que es una ciudad californiana, y entonces le ponen nombres californianos a pedacitos de barrios porteños. Y les queda mal, pero como no se dan cuenta, son felices.
Algunos creen que es un suburbio neoyorquino, y entonces cuelgan lucecitas de colores (no pueden evitar colgarlas mal, de puro apurados que son), y ponen gigantografías de baja resolución (para ahorrar), y se agolpan y se codean y dan un poquito de pena. Un poquito.
Algunos se creen que es un barrio barcelonés, y cocinan una paella mezquinándole a la tinta del calamar y pasándose bastante en la sal para compensar.
Algunos se creen que es un arrabal parisino y dejan de bañarse por un par o cuatro de semanas.
Yo tuve la suerte de mirarlos desde un balcón en el que fui muy feliz por un ratito. Después me desperté y aquí estoy, sacudiéndome la modorra para ir a trabajar, como buena poquita cosa que soy.
Tal vez debería seguir soñando, como ellos.
Y después me fui.
Los porteños no tienen (no la mayoría) esa suerte. Tienen que quedarse ahí, y como constituyen una especie que debe creer, para subsistir, que viven en el mejor lugar del Mundo, entonces se creen que esa maravillosa ciudad es otra ciudad.
Algunos creen que es una ciudad californiana, y entonces le ponen nombres californianos a pedacitos de barrios porteños. Y les queda mal, pero como no se dan cuenta, son felices.
Algunos creen que es un suburbio neoyorquino, y entonces cuelgan lucecitas de colores (no pueden evitar colgarlas mal, de puro apurados que son), y ponen gigantografías de baja resolución (para ahorrar), y se agolpan y se codean y dan un poquito de pena. Un poquito.
Algunos se creen que es un barrio barcelonés, y cocinan una paella mezquinándole a la tinta del calamar y pasándose bastante en la sal para compensar.
Algunos se creen que es un arrabal parisino y dejan de bañarse por un par o cuatro de semanas.
Yo tuve la suerte de mirarlos desde un balcón en el que fui muy feliz por un ratito. Después me desperté y aquí estoy, sacudiéndome la modorra para ir a trabajar, como buena poquita cosa que soy.
Tal vez debería seguir soñando, como ellos.
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