Qué triste, electrocutarse.
Hoy ni siquiera te vi. Y hoy ni siquiera te vi a vos
tampoco. Y hoy te vi a vos, y fue lindo verte (en tu idioma medio estúpido me
largaste una buena), y vos te hiciste la nena y estuvo dulce, dulce.
Se murió uno. De cirrosis, se murió. Criaba pescaditos y una
novia lo dejó muy mal y después se quedó viviendo con su madre y no pudo más de
tristeza y se suicidó durante veinte años. Yo estaba bien hasta que vino éste y
me contó: “Se murió uno. Solo como un perro, se murió. No dijo nada, ni a la
madre ni a la hermana. Lo encontraron medio muerto, con la panza tan hinchada
que le llegaba hasta las rodillas.” Mevoy mesperan mevoy, dije y volví a tratar
de hacerte reír para poder mirar tus dientecitos blancos, tu boquita roja, tus
ojitos brillantes. Y te reíste, mientras uno que se murió ocupaba menos lugar.
Mordéme. Salváme de la cirrosis con tus dientecitos blancos. Besáme como los
pescaditos besan, dame otra soledad.
Depeche Mode, vos también. Puedo morirme esta noche y sería
digna muerte si no fuera que, descalzo, agarro el ventilador. Se paga por cada
error.
Qué triste, electrocutarse.